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Bangkok, ciudad de contrastes

Bangkok o Krungthep, es una ciudad tolerante a nivel social pero profundamente conservadora a nivel político.  Es un lugar en el que la monarquía y la junta militar conviven con una ferviente y rompedora juventud. Hay una razón por la que la gente viene aquí una y otra vez:  esta metrópolis no se puede comprender por completo con una sola visita. Bangkok alberga suficientes lugares y experiencias para mantener a los viajeros ocupados durante meses, incluso hay los que terminan quedándose indefinidamente.

Antes de finales del siglo XVIII, Krungthep era solamente una pequeña aldea en la que los comerciantes se paraban de camino a Ayutthaya, antigua capital siamesa que fue destruida por las fuerzas birmanas en el año 1767.  Lo que para Tailandia fue un desastre, fue una bendición para la pequeña aldea ya que pasó a ser el cento del país por mandato del Rey Rama I de la dinastía Chakri (linaje que sigue sobreviviendo hoy en día). En 1782 fue construido el Gran Palacio y en el siglo XV del rey Rama V mandó construir majestuosos edificios de estilo colonial europeo que todavía siguen en pié entre los templos tailandeses y los santuarios chinos del casco antiguo.

Desde entonces la evolución de la nueva capital ha sido constante. Durante los últimos doscientos años Bangkok ha crecido hasta llegar a ser el centro político, social y económico no sólo de Tailandia, sino de Indochina y el Sudeste Asiático pese a la inestabilidad política de las últimos años. Durante el 2006, 2008, 2010, 2013 y el 2014, los disturbios políticos y la violencia en las calles protagonizaron el día a día en la ciudad, dejándola en estado de emergencia. Las luchas entre los movimientos estudiantiles contra la dictadura militar que gobierna el país acabaron con centenares de muertos.

Actualmente el panorama político es muy complicado ya que los últimos 80 años ha habido 19 Constituciones y 19 golpes de Estado. La muerte en 2016 del queridísimo Rey Rama IX, monarca que presionaba los militares para instaurar una democracia, no ha ayudado a que el país tome la senda de la estabilidad. Tailandia sigue siendo una dicta-blanda y un país profundamente dividido entre las áreas rurales y urbanas. Una nación con una pujante clase media urbana y una clase social muy pobre que sobrevive durmiendo en las calles.

Modernidad y pobreza. Rascacielos que darían envidia a las metrópolis americanas, parques de naturaleza exuberante, autopistas elevadas, futuristicos sky-trains… y barrios de barracones. Lugares, donde aún no ha llegado el afán de la construcción, en los que la gente sobrevive con humildad pero sin perder la sonrisa. Lugares donde residen personas gentiles y dispuestas a ayudarte con cualquier cosa. Desgraciadamente en esta ciudad la discriminación es tan atroz que quien es hijo de granjeros, lo tiene difícil para dejar el negocio familiar. Aquí no existe el trato por igual. No es fácil caminar por estas calles sin sentirse profundamente afortunado.

Esta oposición es lo que más me ha llamado la atención de esta ciudad. Olores antagonistas, contrastes y polos opuestos que llegan a tocarse. Por eso mismo para muchos viajeros, Bangkok es una ciudad que hipnotiza con sus diferencias. La verdad es que una vez pisas las calles te das cuenta de que no pueden dejar de vibrar ni un solo momento del día.