El infierno de Tuol Sleng
Esta entrada es algo difícil de escribir, la visita a Tuol Sleng fue cruda y chocante. Os intentaré dar unas pinceladas sobre lo que aprendí en ella, la historia reciente de Camboya y el lado oscuro del ser humano.
En los años setenta, los numerosos bombardeos yankees durante la llamada “guerra silenciosa” provocaron en el país camboyano más de 100.000 muertos y casi 1.000.000 de desplazados. Gente inocente, sin ninguna implicación en la segunda guerra de Indochina que se estaba llevando a cabo en Vietnam.
Al acabar la guerra en 1975 la población, asustada y resentida, se apoyó en los Khmer Rouge (un grupo paramilitar comunista) para derrocar el gobierno pro-americano. Les prometieron luchar contra las injusticias que vivía el país.
Una vez instaurados en el poder los Jemeres Rojos fundaron la “Kampuchea Democrática”, un sistema gubernamental autoritario escondido bajo la apariencia de una república popular maoísta. Un lobo con piel de cordero. La población fue engañada.
En pocos días se evacuaron todas las ciudades del país, obligaron a la gente a huir a los campos. Fue establecida una economía exclusivamente agraria y se cerraron todas las fábricas del país menos las que producía los uniformes para las brigadas de policía. Se perdieron décadas de progreso.
Los Jemeres Rojos destruyeron la cultura, asesinaron burgueses, universitarios, monjes budistas, a los que sabían leer (si, era delito saber leer) y a todos los que necesitaban gafas para ver ya que según ellos era señal de ser estudioso.
El principal líder Pol Pot impuso un durísimo control militar del país desde el año 1975 hasta el 1979 en el cual sometió la población a trabajos forzados e impuso métodos de detención y tortura horripilantes.
Ante cualquier sospecha de pertenecer al “enemigo”, eras encarcelado y torturado. Los prisioneros eran llevados a la cárcel S-21 de Phon Penh donde eran despojado de su ropa, su nombre y su pasado; se convertían en números. Muchas veces las acusaciones eran inventadas y hasta fueron llevadas a cabo detenciones por parentesco (si un miembro de la familia era detenido, asesinaban al resto de parientes, bebes incluidos, para evitar futuras venganzas). Para los Jemeres era mejor equivocarse al matar un inocente que la posibilidad de dejar un enemigo con vida.
En todo el país estaba prohibido cocinar, solo se podía comer las escasas raciones que ofrecía el régimen y con jornadas laborales de hasta 19 horas al día la alimentación era insuficiente. En cuatro años, entre hambruna y asesinatos, murieron 3.000.000 de personas, 1/4 parte del total de una población agotada por los bombardeos de la guerra americana.
La visita a este lugar, anteriormente cárcel del régimen y hoy museo, es perturbadora pero necesaria para conocer mejor la sociedad camboyana actual y aprender de los trágicos errores del pasado. Es asqueroso comprobar lo que pasó en este edificio en esos cuatro años… Testigos, fotografías y pistas de audio me enseñaron hasta donde llegaron los Jemeres Rojos con su genocidio. Las descargas eléctricas en los genitales eran rutina. Los prisioneros más difíciles fueron despellejados vivos. Los bebés eran sostenidos por los pies y golpeados contra la pared hasta romper sus cráneos. El ser humano mostrando su peor faceta.
En los colegios no nos enseñaron que pasó en este lado del mundo durante esa década tan horrible, solo nos llegan las historias “made in usa” sobre la guerra del Vietnam. Y lo peor de todo, países como Alemania, Inglaterra, EEUU y China callaron en su día y lo siguieron haciendo hasta el 1991, doce años después del derrocamiento del régimen.
Pol Pot habló en nombre de Camboya en la ONU hasta el 1992, año en que huyó ante la posibilidad de ser enjuiciado. Murió en la selva, en un poblado remoto junto a la frontera de Tailandia. No fue encarcelado y en su última entrevista no solo no se arrepintió, si no que se jactó de lo pasado.
No he querido explicar las historias que escuché durante la visita, como la del preso neozelandés Kerry Hamill, la del mecánico Chum Mey o la de los enamorados Hout Bophana y Ly Sitha. Os dejo a vosotros la elección de conocerlas a través de estos enlaces.
La historia de Bophana y Ly Sitha
Todo lo que pasó entonces sigue provocando un gran dolor en la sociedad camboyana. La historia del pasado oprime al país entero. Por la cárcel de Tuol Sleng pasaron entre 15.000 y 20.000 prisioneros y apenas sobrevivieron quince. Darse un paseo por la cárcel de Tuol Sleng supone descender a los infiernos de la sinrazón del brutal régimen de Pol Pot.
A día de hoy numerosas ONGs organizan debates y obras de teatro para ayudar a superar el dolor de las víctimas. Se enseña a la población lo que NO debe volver a repetirse. Algunos grupos religiosos han plantado árboles dentro del conjunto del S-21 y en los templos budistas del país se han construido estupas (construcción para honorar a los fallecidos) todo para conmemorar y llorar a las víctimas. Sigue siendo poco para olvidar lo que pasó, pero día a día las heridas de la sociedad camboyana van curándose.