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Entrevista en Radio San Vicente 95.2 FM

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Quizá no sepamos que al sector de la edificación le corresponde un 40% del total de las emisiones de Co2 que se vierten a la atmósfera. Los números son aún más alarmantes si sumamos el uso y la demolición de los edificios, a la fase de construcción. En tal caso el porcentaje de emisiones mundiales sube a más del 50% del total.

Y la ciencia es clara. Si no reducimos rápidamente las emisiones de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero, el cambio climático tendrá efectos cada vez más destructivos e irreversibles en la vida en el planeta Tierra. Quedamos todos emplazados. La reducción de las fuentes de emisión de CO2 es inaplazable. Y la mirada recae sobre el origen y usos de la energía.

Ahora bien… ¿Puede un edificio llegar a un consumo de energía prácticamente nulo?…La Directiva Europea 2010/31/UE nos dice que sí, e introduce un nuevo concepto de edificio. Plantea que las nuevas construcciones se provean de energía que proceda de fuentes renovables y en autogeneración, para que sean altamente eficientes desde el punto de vista energético con una demanda casi nula o muy baja. A partir del 31 de diciembre de 2020, todos los edificios de nueva planta deberán ser nZEB, es decir, nearly Zero Energy Building. Para el sector público urge un poco más de prisa, ya que deberán cumplir la Directiva Europea a partir del (o desde) 31 de diciembre de 2018.

Un edificio o una casa reformada según los estándares de la nueva Normativa Europea tendrá un valor muy superior en el mercado comparado con una casa convencional. La explicación es sencilla.  ¿Qué va a preferir un cliente a la hora de comprar una casa: una sin apenas consumo energético o una que gaste cientos de euros mensuales en climatización y electricidad?

Hagamos un poco de autorreflexión sobre el diseño, construcción y funcionamiento de los edificios. La arquitectura ha evolucionado muchísimo en las últimas décadas. Pero… ¿se ha evolucionado de la manera y en la dirección correcta?

En el siglo XX, las instalaciones mecánicas y el uso de energías contaminantes invadieron la arquitectura sin considerar el impacto negativo sobre nuestro medio ambiente. Y esto nos ha llevado, en el siglo XXI, a una nueva estrategia, al diseño bioclimático y las estrategias pasivas, que son y han de ser los nuevos protagonistas en la arquitectura.

El modelo actual de la construcción, junto con la escasez y el agotamiento de recursos del planeta,  han derivado en la necesidad de buscar alternativas menos dañosas, más sostenibles, que ayuden a la regeneración del medioambiente y el cuidado de la salud de las personas. Por todo ello es necesario el estudio previo de las condiciones climáticas del lugar y el aprovechamiento de las  singularidades para la obtención de nuevas energías renovables.

Y ya que hablamos de reducir las emisiones debidas al uso que se le da al edificio… ¿por qué no empezamos a reducirlas en la fase principal, durante la misma elección (o elaboración) de materiales para la construcción?

Hoy nadie duda que comer productos ecológicos es acercarse a una forma de vida más saludable. Muchos son conscientes de la cantidad de productos químicos y demostradamente tóxicos que contienen algunos de los alimentos convencionales comprados en el supermercado, pero… ¿somos conscientes de la gran cantidad de productos tóxicos que existen en nuestro hogar?.

Las viviendas actuales están repletas de elementos dañinos para nuestra salud. Los podemos encontrar por ejemplo, entre otros, en las pinturas y barnices derivados del petróleo que emanan elementos volátiles tóxicos, también en materiales como el PVC de las carpinterías y en aislamientos como la lana de roca, altamente tóxicos en su fabricación y en su combustión.

Quizás sea el momento de cambiar el paradigma y volver a construir con materiales naturales sin transformar, tales como la tierra o la paja o la madera…, elementos presentes en la naturaleza y que forman parte de nuestra tradición. Hablamos de Bioconstrucción. Bioconstruir es el acto de edificar respetando y preservando la vida, tanto de los que van a habitar la construcción como la del medio ambiente.

Una construcción sana debe comportarse como un ser vivo que transpire, sin emitir gases tóxicos, ni radiaciones artificiales ni consumir energía innecesaria. Su mantenimiento debe ser fácil y barato, su construcción duradera y lo más sostenible posible. El objetivo es tener la menor repercusión posible sobre el entorno.

La tradición histórica es un claro ejemplo de cómo saber entender y valorar los recursos disponibles localmente y de cómo la arquitectura es algo más que simplemente construir, también es algo orientado al bienestar de la comunidad. Dichos conocimientos de la tradición sumaban conceptos de técnica, ética y estética, integrándolos en el ambiente, pensando en la relación bioclimática con la naturaleza. Básicamente estos son objetivos que hemos de lograr en nuestros nuevos paradigmas para poder llegar a disponer de una arquitectura y de un uso de materiales más consciente e implicado con el medioambiente. Quedamos todos emplazados.

Stefano Carlo Ascione